Y me encuentro sentada en mi cama, algo vieja ya y con los muelles sobresalientes, pensando en mi pasado, en mi presente y en parte pensando en mi futuro, un poco pérdida y abatida por mi inexperiencia ante la vida. Cada día que pasa siento que mi mundo se va muy lejos de donde habita mi hogar, lejos de los problemas, lejos de mi absurda soledad.
Hoy, un día cualquiera en mi vida, me vuelvo a
sentar delante del ordenador, me coloco mis auriculares en los odios, me meto
en la carpeta de música y reproduzco todas esas canciones que me hacen
reflexionar, mientras hablo con mi chico por las llamadas, típicas y para mi
gusto a veces aburridas “ redes sociales “.
Creo, bueno estoy segura de que aún sigo aquí
gracias a él, porque a veces he sentido que todo se me venía encima, si es pura
ironía que lo diga yo, tan sólo una chica de 20 años, pero creo que todos
tengamos la edad que tengamos nos hemos sentido así alguna que otra vez.
Gracias a él, he subido montañas cuando caía
empicada hacia lagunas y valles, gracias a él he podido mostrar una sonrisa que
acababa en carcajada cuando mis ojos estaban ligeramente impregnados de lágrimas,
gracias a él he sentido alzar unas imaginarias alas y sobrevolar el mundo
cuando mi cuerpo sentía arder y despedazarse en cenizas.
A tí, te dedico esta entrada.
Gracias.
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